Precio: Normal 10Euros. Reducida 7 Euros. Parados, indignados, gratis.
Horarios: Martes a Sábado de 10h a 23h. (22h útlimo pase).
Tuve el placer de poder ir a ver la retrospectiva de Antonio López en el Museo Thyssen. En esta ocasión la galería queda repartida entre las dos alas que el museo dedica a exposiciones temporales. Aproximadamente una hora y media de recorrido que nos desvela poco a poco los secretos de este gran artista. Divididos quedan en bloques, perfectamente distribuidos, por orden a mi parecer, de importancia, interés y detalle.
Decir brevemente para contextualizaros en la siguiente crítica, que Antonio Lopez nació en 1936 en Tomelloso (Ciudad Real). Su vocación temprana le llevó a Madrid a estudiar bellas artes, y a Italia donde cayó bajo la influencia del Renacimiento. Se casó con María Moreno y con ella tuvo dos hijas, María y Carmen.
Ahora si, reorganizando los bloques temáticos que el Thyssen me planteó, aquí presento mis percepciones sobre la misma.
A caballo entre Madrid y Tomelloso
Antonio López, es sinónimo de Madrid, de amor y sentimiento por la capital española. Seguro que al menos una vez en la vida, alguien ha visto una de sus queridas Gran Vía. Solo alguien enamorado, como un romántico de la época, es capaz de memorizar cada detalle, de plasmar cada grieta y ventana como si de una fotografía se tratase. En su obra se ve dedicación y detalle, debido al amor que este artista profesa por mi querido Madrid.
Así mismo Antonio López, nacido en Tomelloso, nos deleita con esa misma pasión los entresijos de su huerto, de esos membrillos y calabazas. Un hombre que dividió su alma entre dos lugares muy dispares y a los que les dedicó su vida, para que un día como otro cualquiera, yo como otro cualquiera, pudiera entenderle o al menos disfrutar como si mis propios ojos fueran los que estuvieran observando cada detalle para empezar a pintar un lienzo en blanco.
La agonía de lo imperfecto
Fotografías, leí de él antes de acudir a la exposición: “Sus pinturas, parecen fotografías”. Yo digo… “ver para creer”. Sencillamente, aún estando allí delante es difícil de comprender como una persona es capaz de ver y proyectar en una hoja en blanco cada detalle minúsculo, con un lápiz… No es algo humano. Una capacidad divina, o excesivamente extraordinaria. Desde luego, con estas obras, he descubierto a mi superhéroe del dibujo.
En este bloque, he de exponer, su faceta de escultor. Yo, vecina del municipio de Coslada, donde se encuentra la réplica de su “busto de mujer”, me impresionó ver como hizo el original. Sus bocetos, con cada medida y cada paso, quedan expuestos en una sala como si cuadros se tratasen. Lo bonito y místico de una obra, como es poder ver la magia y el empeño que hay detrás, su historia. Y gracias a esta exposición podemos ver cómo iba a ver sido, como fue y como es la “Mujer de Coslada” (una estatua muy atrevida que para mí es preciosa, de noche y de perfil).
Al hilo de esta perfección, apuntar la impresión que sentí al ver las esculturas de sí mismo y su mujer, tan reales, que no las podía mirar a los ojos pensando que iban a pestañear… Todo un espectáculo.
Tiempo al tiempo
Obsesionado con el tiempo, diría que este es el único protagonista común de todas sus obras. Momentos, mismos lugares a diferentes horas, presencia de relojes, de cosas que perecen como la comida, de cosas que duran como las viejas reliquias… Y por encima de todo, obras inacabadas, sobre las cuales el mismo nunca ve el fin. Obras empezadas y terminadas, o no, 30 años después, y digo que no, porque Antonio López aunque "termine" y comercie con una obra, la reclamará para acabarla o perfeccionarla si así lo presiente.
Simplemente asombroso, sentir el cariño, el tiempo que le dedica a una misma obra con tal de acabarla y darle el justo trato que merezca, con la finalidad de transmitir una realidad pura.
Obsesión por lo inerte
Curioso es ver el gusto que Antonio López siente por lo inerte, por el paso del tiempo sobre las cosas sin vida, que sin enterarse cambian, envejecen, y pasan cada vez más desapercibidas. Su obra podría definirse como una oda a estos objetos que sin alma y sin voz, cuentan historias. Quizá así, la historia de un viejo aparador sea ahora tan intensa, como la historia de un viejo cuadro de un viejo aparador. Quizá solo gracias a él como a otras personas que dedican parte de su vida estos pequeños detalles, descubramos que todo merece un cuidado y un aprecio, porque si no los valoramos, grandes oportunidades y experiencias pasarían por alto.
Claros protagonistas
Hablo de tiempo y hablo de edificios, calles, ausencia de vida. Sin embargo, aunque esto haya acaparado tres cuartas partes de mí atención, Antonio López dedica parte de su obra a retratos y pinturas de amigos y familiares. De este bloque, yo me quedo con el descarado protagonismo que ejerce sobre unos y otros. Ni luz, ni técnica de perspectivas o planos… simplemente una cara deformada, un trazo de pintura sin intención nos dice que sobre esa persona no debes centrar tu mirada.
Se aprecia un cierto gusto sobre el retrato femenino, siempre más detallado y cuidado, porque debemos de recordar que Antonio sabe proyectar la realidad tal cual es y si no lo hace, no es sin quererlo.